ESCRITORES
Errebe
dedicado a toda esa gente que no puede dejar pasar las cosas sin escribirlas


viernes, septiembre 19, 2003  

EL PERIODISMO EXPLICADO A LOS NIÑOS


"El periodismo consiste esencialmente en decir "Lord Jones ha muerto" a gente que no sabía que lord Jones estaba vivo."



Gilbert Keith Chesterton


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posted by Erre Be | 9/19/2003 12:42:00 p. m.


jueves, septiembre 18, 2003  

¡Baja de este auto: eres demasiado cautivante!


1. ¡Y vete, eres demasiado enamorable!

¡Y vete, eres demasiado enamorable!
Eres demasiada seda para este plástico roto,
demasiadas esmeraldas, hebillas con jabalíes,
y cuando al pestañear te acaricias la mirada
yo Ravenna y Pisa en un asiento
no sé de dónde comenzar a admirarlas,
ni sé conducir con un Tiziano al lado
que de reojo y lejos entre arbolitos
muestra como un secreto un agua azul
pero de un azul que no es más que una idea,
la idea del fondo que está más allá del fondo
de un laberinto como tú de belleza,
que del marfil te lleva a las perlas
y de las perlas a la espuma del mar
y de la espuma del mar... ¡Baja de este auto
eres demasiado cautivante!


3. ¡Cómo enriqueces, cómo me enriqueces!

¡Cómo enriqueces, cómo me enriqueces!
Estaban algunos de los más ricos de Italia
y yo dije, "estoy a su servicio‡",
y pensaron "es más rico que nosotros‡".
Olimpia albergó al más grande de los dioses,
Efeso a Artemisa criselefantina,
yo tengo un teléfono y llamo a este número
y tu contestas y dices "soy yo‡".


5. Sea como sea, este mundo es para ti

Sea como sea, este mundo es para ti.
Me he preguntado muhas veces
para qué servía, y no servía para nada,
pero ahora gracias a ti se vuelve útil.
Haz la cuenta de la mercadería abandonada
por Dios y tómala, la han hecho para ti
milenios de hombres que no te conocían
pero que trataban de prefigurar
en templos y tumbas de roca y bibliotecas
un estupor como aquel que infundes
cuando sonríes y haces detener el tiempo
y todos enmudecen poseídos
y te levantas y dices, "yo me voy a la cama‡".
Duerme, al despertarte estará allí tu herencia:
una ciudad que fue harto famosa,
un río sucio cantado por los poetas,
el cine donde asesinaron a Julio César;
y en torno valles, montañas, mares, océanos,
y capitales, y continentes y selvas,
y pirámides, y versos, y adoradores
de tu forma externa o interna
y en lo alto el cielo y el sol y las estrellas y la luna
y sobre la tierra los animales obedientes
a ti que a fin de cuentas vienes a justificar
su extraordinaria variedad.
Es todo tuyo y no termina nunca.


7. Cuando tú, mi poesía, lees poesía

Cuando tú, mi poesía, lees poesía,
el cielo se oscurece con una luz verde,
la gente huye de la orilla del mar
por un presentimiento remoto de tormenta
o de contraste entre los elementos,
llamaradas se enarbolan sobre los cables de los tranvías,
y un gran silencio cae sobre la ciudad:
es la poesía que se contempla a sí misma.
Lees palabras de un tiempo olvidado,
de un presente que se derrumba sin tregua
velozmente en el deforme pasado,
lees acerca de un rey y coronas, jardines y guerras,
tú que eres la corona de cada imperio
y el jardín del mundo conocido
y la guerra de los sentidos de la naturaleza,
lees, "¿quién creerá mis versos en el futuro
si digo ahora todo lo que vales?‡"
y sucede en aquel momento que esos versos
como una flecha lanzada en los siglos
alcanzan a quien un día los ha inspirado.
Y entonces la oscuridad verde se hace total,
la gente se oculta, abrumada,
y en un silencio como de terremoto
se alza la luna sobre los "Castillos Romanos‡"
y lentamente vuelve todo al azul,
mientras tú, mi poesía, lees poesía.


8. No digo ven conmigo, digo llévame

No digo ven conmigo, digo llévame.
Ante de un Santo o una Virgen ¿quién
diría, "ven, vamos a Túnez‡"?
Pero si la imagen saliera a dar vueltas
¿quién no querría acompañarla, quién?
A treinta metros veo muy bien,
quisiera seguirte siempre a treinta metros,
y a veces, cerca de un río o de una fuente,
acercarme a tanta irradiación,
si duermes, si reposas, si sonríes,
para después a la noche encerrarme en la sombra
y comprobar que brillo también por mí mismo
y que más allá del grabador
con la cinta con tu voz registrada
se adensan apariencias luminosas
que en otros tiempos se llamaban ángeles,
formas suspendidas, espíritus aprendices
que de ti quieren en aquellos raros parajes
aprender pureza y ternura,
recato, verdad y otras artes angelicales
jamás vistas juntas, ni en aquellos lugares ni en otros
o como se somete una nación
simplemente bajando los párpados.


10. Yo en el '57 oí decir

Yo en el '57 oí decir,
que una estrella había salido de alguna parte
y se movía, y venía hacia Roma,
seguida de meteoros luminosos
y grandes disturbios en las comunicaciones
y en la Antártica auroras boreales
y migraciones insólitas de flamencos,
islas que aparecían en pleno Atlántico
ya provistas de palmeras y hormigueros,
y pequeños volcanes casi festivos.
Roma distraída pensaba en otra cosa:
cómo llenar los últimos espacios abiertos
de automóviles Fiat o de otra marca
joyas de la industria nacional;
la historia de la estrella era sospechosa,
a lo mejor inventada por las agencias de noticias,
y de todas formas no era la primera vez,
o mejor, se habían visto ya demasiadas
de estas estrellas caídas después en el olvido.
Pero de noche yo la miraba allá arriba,
en medio de un crujido de álamos americanos
en silencio de los campos infinitos,
y consultaba publicaciones científicas,
estaba seguro de que había nacido un prodigio
más grande que cualquier prodigio conocido,
compré el pasaje, entonces, y vine aquí,
y de verdad en el aire había algo
conmovedor infinitamente
algo que decía que esperara.
Y cuando Roma al fin estuvo abarrotada
de autos de todas marcas te encontré.


JUAN RODOLFO WILCOCK

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posted by Erre Be | 9/18/2003 12:39:00 p. m.


sábado, septiembre 13, 2003  

JUAN R. WILCOCK, LEJOS DEL SUR

La patria de los universales

Llevaba largos capotes de segunda mano y zapatillas de tenis, que le daban un paso ondulante. Solía revolver la basura en la vía appia durante sus paseos, sostiene un amigo romano, pero aun siempre tenía aires de rey. Testimonios personales sobre el autor de "El caos". En su periplo italiano, entre 1955 y 1978.


por MATILDE SANCHEZ


Nació en Buenos Aires el 17 de abril de 1919, de padre inglés y madre de origen italiano. Esta circunstancia, habitual como patrón de una familia argentina de la época, tendría un desenlace paradójico para la utopía del crisol cosmopolita. ¿A qué tradición atribuir una obra escrita mitad en castellano y mitad en italiano? Una autora bilingüe como Sylvia Molloy, por ejemplo, señala que se ha subestimado la importancia de esta triple tradición —italiana, inglesa y argentina— en la obra de Wilcock. Pero ¿hasta qué punto esta pregunta no pertenece a un pasado de la literatura? Su riquísima obra, hecha de narrativa fantástica, poesía, teatro y una sustancial contribución a los géneros periodísticos, no recogida en libro hasta hoy, encarna como pocas el triunfo de "lo universal literario": la aspiración de las formas a atravesar lenguas y tradiciones. En verdad, la globalización ha traído de regreso lo local y revalidado las credenciales del testimonio. Pero en los 60, él era un cruzado de la ficción. Podemos pensar que en la ficción, perfectamente traducible, encontró una idea de patria sin naciones.

La vida de Wilcock y el circuito de su obra son complejos: este intento de atrapar el período italiano sigue sobre todo una larga charla, en Roma en marzo de este año, con su amigo Elio Pecora, autor de la novela Estate, en la que Wilcock aparece como personaje. También han contribuido el traductor Ernesto Montequin, apoderado de su obra, y los valiosos artículos de Segnali sul nulla, que en 2002 editó el Instituto de la Enciclopedia Treccani (pág. 3).

En octubre saldrá en Emecé La boda de Hitler y María Antonieta en el infierno y en mayo El templo etrusco, en Sudamericana. Sólo quedará un libro inédito para completar el ciclo narrativo en italiano —Frau Teleprocu, al igual que La boda escrito junto con Francesco Fantasia—. Pero, cuando ya nada asombra, sigue siendo sorprendente que aún quede por editar el teatro en italiano (La abominable mujer de las nieves, entre otras, fue estrenada en el Teatro Argentina de Roma). Y la poesía de La palabra muerte, y las recogidas en Poesie, en Adelphi, y los poemas de amor de Italienisches Liederbuch (que ofrecemos en la contratapa, en la traducción del poeta Guillermo Piro; su dossier en Diario de poesía, en 1995, documenta todas las ediciones.). Más todo lo publicado aquí antes de partir.

Existe en Italia una especie de amnesia de Wilcock, a pesar de que sus libros —los cuentos de El estereoscopio de los solitarios, El libro de los monstruos y La sinagoga de los iconoclastas, sus obras teatrales— llamaron mucho la atención cuando salieron. Esta narrativa, que por comodidad llamamos fantástica, en realidad trabaja en el borde del absurdo pero a través de una prosa tersa y sin sobresaltos, casi naturalista.

El estilo Wilcock, pese al olvido, ha tenido una influencia tangible en autores italianos no realistas de los 90, como Gianni Celatti y Ermanno Cavazzoni. ("Es verdad. Pero es por lo mucho que le deben que nunca lo nombran", comentará Pecora en nuestra larga entrevista.)

Siendo muy joven, Wilcock abandonó su carrera de ingeniero en favor de la literatura. Mientras vivía en Buenos Aires, tradujo a Franz Kafka del alemán (La condena, Diarios y Cartas a Milena). Y del inglés a E.M. Forster, Graham Greene (El poder y la gloria y El revés de la trama, entre otros), además de los Cuatro cuartetos de T.S.Eliot. La revista Sur publicó unos veinte artículos suyos.

Repelido por el peronismo de los años 50, el joven flacucho y de atildado bigote —arrodillado, en la carpa marplatense de su amiga Silvina Ocampo—, partió en un primer viaje a Inglaterra. Viviría allí un par de años.

En unas deliciosas cartas privadas a su amigo Miguel Murmis, despachadas entre el 52 y 54, testimonia su desprecio por Londres, esa ciudad de brutos donde solo él y cierto inglés han oído hablar de "uno de los cuatro o cinco mejores escritores del mundo" —en alusión a Jorge L. Borges—. En carta del 20 de febrero del 54 confirma: "creo que no hay una sola cosa que me guste de este país, salvo el hecho de ganar más dinero que en Buenos Aires, pero ¿de qué sirve el dinero en este agujero de barbarie?" (retraduzco al castellano fragmentos de estas cartas incluidas en el mencionado tomo de la Treccani. No es esta la primera retraducción de Wilcock: algunos poemas escritos en castellano y volcados por él al italiano fueron retraducidos debido a un error o por la dispersión de su legado).

Wilcock regresó de Londres con plata pero volvió a partir en 1955, a Roma. "Fue en ese viaje que conoció a Pier Paolo Pasolini —dice Montequin, quien desde hace años reúne material para una biografía. "Lo que le gustó de Roma era esa mezcla, la elegancia de los palacios renacentistas y la sordidez de la terminal de trenes." Las afueras todavía hendían la ciudad sin turistas.

Aliviado por el triunfo de la Libertadora, regresa brevemente a Buenos Aires. Desde aquí envía sus primeros despachos a la revista Tempo presente bajo el título "Lettere da Buenos Aires". Más tarde, de vuelta en Roma, se encargaría de reseñar publicaciones inglesas y comentar noticias científicas. En efecto, los relatos que componen Hechos inquietantes son parodias periodísticas en las que, como en los diarios, se asiste a un simulacro de transmisión codificado al detalle y, sin embargo, de un acabado nonsense. En cuanto a la revista Tempo, publicaba a los filósofos y grandes formadores de opinión, como Isaiah Berlin, Hanna Arendt. Dirigida por Ignazio Silone, una figura de la resistencia italiana que se había pasado a la derecha, Tempo participaba del programa de medios financiados de manera encubierta por la CIA en el marco de la guerra fría cultural, al igual que Encounter y, en castellano, Cuadernos y Mundo Nuevo. Wilcock traduciría de Silone la novela El secreto de Luca.

El editor Antonio Pellicani evocó en Roma a este Wilcock desconocido, "un valiente vocero del anticomunismo; de hecho, creo que el olvido que cayó sobre su literatura en Italia se debe a sus posiciones políticas atípicas, ya que era un intelectual que no se dejaba influir por la propaganda comunista ni por la cultura de izquierda, que era dominante y muy autoritaria en los 60".

¿Por qué volvió a irse de Buenos Aires, tan enigmáticamente que ni siquiera se sabe con certeza la fecha? Elio, el amigo romano, siempre pensó que buscaba poner distancia de la influencia paralizante de Borges. En cuanto a la hipótesis de un delito mayor cometido contra un menor —en Mar del Plata, de donde Silvina habría ayudado a eyectarlo sin dejar huellas—, Pecora no sabe ni oyó hablar. Su biógrafo la desmiente.

1957 lo encuentra establecido en Demetriade, una calle de las afueras. Participa de la vida cultural romana, y con gran eclat. Escribe a Murmis el 30 de noviembre: "Veo la Argentina como una inmensa traducción; aquí, en cambio, me traducen a mí". El filósofo Giorgio Agamben, a quien consultamos en Roma, sonríe al oir el nombre de Wilcock: "Fue el primer 'gran escritor' a quien conocí en persona. Y todo en él indicaba que lo era. Un tipo de intelectual poco habitual para la Roma de entonces; era insólito y cultísimo. Hablaba a la perfección cuatro lenguas mientras que nosotros éramos monolingües. Además tenía conocimientos muy diversos, era extremadamente irónico".

El filósofo, durante largos años un militante de la izquierda radical italiana, recuerda que entre los muchos prestigios de Wilcock estaba el de darle a Alberto Moravia clases sobre Wittgenstein, por entonces apenas difundido en Italia. ("Más que cursos, era un evangelista de Wittgenstein", dice Montequin, y agrega que pese a los rumores de que lo había conocido en Londres, las fechas de ambos no coinciden.) En los 60, la adscripción inorgánica, individualista, en la derecha conservadora tampoco trabó la amistad con Pasolini. En 1964 Wilcock interpretó a Caifás en El Evangelio según san Mateo, en el que tambien participaron la poeta Natalia Guinzburg (como María de Betania) y un joven Agamben, como Filippo.

Participante de una pequeña elite de intelectuales muy variados, tenía una fluida relación con las editoriales Bompiani y Einaudi. Luego se convertiría en un traductor estrella de Adelphi. La amistad con su director, el ensayista Roberto Calasso, sería una de las pocas que mantendría hasta su muerte. Fue por la gestión de Calasso que los restos de Wilcock se encuentran hoy en el Cementerio no católico de Roma. Wilcock fue la voz italiana de la poesía de Samuel Beckett, Borges y James Joyce; tradujo el teatro completo de Jean Genet (con el poeta Giorgio Caproni) y el del clásico inglés Christopher Marlowe, además de Ricardo III de Shakespeare.

Más allá de sus columnas en La voce repubblicana y las reseñas teatrales de L'Espresso, colaboró en cantidad de revistas —en Botteghe oscure, que dirigía Giorgio Bassani, en Il punto, como corresponsal del diario uruguayo Marcha. También enviaba epigramas literarios a Il café, otra revista satírica que dirigía Gianbattista Viccari, un intelectual que se escribía con Ezra Pound.

Elio Pecora, uno de sus más cercanos amigos, cuenta que lo conoció cuando vivía en Demetriade, al fondo de la via Appia, cerca del barrio de los gitanos. "El fue uno de los dos reyes que conocí en mi vida —dice—. Lucía como un rey incluso como lo vi cierta vez, sentado en un sillón vetusto que habíamos encontrado juntos entre la basura y cubierto con un cuero de oveja." Un rey lejos del sur, aunque cuando los Bioy lo invitaban a comer, él insistía en hacerlo en la cocina porque, a diferencia de los dueños de casa, se sabía plebeyo.

Pero tampoco estaba a gusto en Roma. En cartas personales la describe como una ciudad apocalíptica. Lo que más resiente es el comunismo —revela Montequin—. En carta a Bioy, tras el triunfo de Fidel Castro, se pregunta si al Che los italianos lo llamarán el Qué Guevara".

Cuando su economía lo permitió, se fue a vivir a Velletri. A pedido de su amigo, Elio vivió cinco meses allí: "Tenía un acuerdo con los viejos dueños de la casa, unos campesinos a quienes les permitió vivir un tiempo en la parte delantera. El se construyó un cubo atrás. Fue ahí donde escribió los cuentos de El caos". Wilcock se ocupaba de hacer el lugar agradable. Compró mosaicos de colores y los combinó en el piso. También hizo un jardín agreste con rosas chinas y hemerocalis. Elio cree que era un auténtico personaje pasoliniano; indefenso y a la vez capaz de crueldades graves.

En su vibrante "Retrato", incluido en Segnali sul nulla, el amigo recuerda a Puglia, una perrita que recogió de la playa. Y luego de ésta, al lanudo pastore maremmano que lo seguiría hasta Lubriano, su próxima casa. De este perro, envenenado en 1976, diría su amo: "Fue la persona que más me quiso".

Si uno llama hoy a la casa de Lubriano, responde el contestador de Livio Bacchi Wilcock, ahijado legal del escritor. Uno llama a medianoche, a las tres, las cinco de la madrugada, y puede dar ocupado durante largo rato. Pero si uno insiste, después nadie atiende. Livio era huérfano de padre y su madre consintió la adopción siendo éste muy joven: en 1978 se convirtió en su heredero.

El escritor siempre usaba largos capotes ingleses de segunda mano, y zapatillas "que le daban un andar ondulante". Invertía largas horas en el teléfono, comentando sobre la política, que seguía a diario, o la salud de sus ovejas, "que había comprado en sociedad con un personaje kafkiano, un empleado de la Banca di Roma a quien Juan dominaba por completo —continúa Elio—. Recuerdo que la primera esquila de las ovejas se les pudrió por completo dentro de un galpón".

A ese rey sudamericano que se había hecho tan amigo de Elsa Morante, la mujer de Moravia (a quien retrató sin pena como "la mujer del monstruo" en un cuento de El estereoscopio de los solitarios), le gustaba sin embargo caminar en la via Appia y mirar en la basura por ver si encontraba algo valioso.

Según Tonino Pellicani (quien falleció poco después de nuestra charla), Wilcock era "un anarco de derecha, un no alineado en tiempos de una polarización inescapable". Pero el olvido fue, ante todo, por veneno literario. Altivo, brillante, entre el silencio y la verborragia, se había hecho odiar. En un artículo se había burlado de la plana mayor de la poesía italiana, de Eugenio Montale y de Ungaretti. También había criticado ciertas traducciones de Shakespeare. Es famoso que murió derrumbado de un síncope en la casa de Lubriano, con el frasco de píldoras para el corazón en un puño. Un rey o un homeless, lejos del sur.

posted by Erre Be | 9/13/2003 01:51:00 p. m.
 

LA HISTORIA DE JAYSON BLAIR, EL EX PERIODISTA TRUCHO DEL "THE NEW YORK TIMES". MIENTE, MIENTE, Y LUEGO CUENTA TODO EN UN LIBRO

Le pagan una fortuna para que cuente cómo inventó sus artículos

Cobrará 500 mil dólares por escribir un libro sobre el escándalo de sus notas falsas.
El ex periodista del diario The New York Times, Jayson Blair, expulsado por publicar artículos con datos falsos, firmó un contrato de 500.000 dólares para escribir un libro sobre su experiencia.

"El contrato ya se firmó y el libro saldrá a la venta el próximo 9 de marzo", declaró Suzanne Wickham, portavoz de la editorial New Millennium Press. El libro se llamará Burning Down My Master's House: My Life at The New York Times, "Incendiando la casa de mi amo: Mi vida en The New York Times".

Jayson Blair, de 27 años, renunció a su puesto después de que se publicó una investigación interna en el diario donde se reveló que, al menos 37 de los artículos escritos por él, habían sido plagiados. El escándalo provocó la renuncia del director, Howell Raines, y su adjunto Gerald Boyd.

El célebre y prestigioso The New York Times vende en promedio 100 mil ejemplares diarios, tiene cuatro millones de lectores, un staff de 1.000 periodistas, y 150 años de historia. El 11 de mayo pasado sorprendió a sus lectores con la publicación de un extenso mea culpa de sus editores. Allí revelaron que uno de sus 375 periodistas plagió e inventó historias en coberturas que en realidad nunca realizó.

Diez días después del escándalo, Blair admitió ayer públicamente sus engaños en una nota publicada por el The New York Observer. Fue la primera entrevista que dio desde que estalló el escándalo con la publicación del extenso mea culpa. El periodista reconoció que estuvo borracho durante sus coberturas, y que "las drogas y el alcohol eran parte de mi automedicación".

"Cualquiera que diga que mi raza no influyó en mi carrera en The New York Times está mintiendo", aseguró en ese reportaje al referirse así a la polémica sobre si el hecho de ser negro influyó en su ascenso rápido.

El diario llegó a publicar mentiras en la tapa sobre casos relevantes como el del francotirador de Washington. El cronista escribió que uno de los dos sospechosos atrapados había estado a punto de confesar los crímenes. Los fiscales lo tuvieron que desmentir en conferencia de prensa.

posted by Erre Be | 9/13/2003 12:58:00 p. m.
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